Cuando nos referimos a África del Norte, hablamos de la región que comprende los territorios de Marruecos, Argelia, Libia, Sudán y Túnez.
Antes del Siglo XVIII, África era un territorio bastante desconocido en Europa, aunque sí se mantenían relaciones comerciales entre ambos con un tráfico activo de esclavos y materias primas. Pero a partir del Siglo XVIII la situación en Europa cambia; las consecuencias de la revolución industrial producen un cambio en las tendencias demográficas y aumenta la demanda, que junto con la pérdida de poder sobre el territorio del imperio otomano, acentúa la presencia europea y sienta las bases para el posterior colonialismo. El resultado es un desequilibrio económico negativo para África y que le supedita en gran medida a las potencias europeas. Destaca la figura de Mohamed III, que con su llegada al sultanato de Marruecos asegura la paz y la modernización y abre el comercio europeo con la construcción de nuevos puertos.
El desarrollo de la cultura y la sociedad está profundamente relacionado con el medio geográfico, pues el relieve impone una división física que ha favorecido el particularismo histórico y el contraste regional. Los contactos entre pueblos eran escasos debido a la dificultad de las comunicaciones, ya que la comarca se encuentra cubierta por el desierto del Sáhara por una parte y bañada por el mar Mediterráneo por otra, cuenta con regiones montañosas y una presencia prácticamente nula de ríos, destacando entre ellos el Nilo que gracias a su desbordamiento anual fertilizaba el valle y permitía el desarrollo de la actividad agrícola. A pesar de estas dificultades en la topografía, hay muchos espacios multiculturales, como es el caso de Argelia, con una población compuesta por turcos, andaluces, berebes, judíos y árabes. Además, a la población local se le suma la presencia de franceses, españoles y británicos principalmente. Los diferentes territorios presentan rasgos comunes en cuanto a la sociedad y la organización política y las secuelas del dominio turco y las invasiones árabes son bastante patentes, aún así, las sociedades en sí mismas no son nada homogéneas y están formadas por diferentes tribus, clanes, dinastías y grupos de poder, generalmente con un alto grado de militarización, y en muchos otros casos están en manos de extranjeros.
Por otra parte se encuentran los territorios que componen la región de Oriente Próximo: Jordania, Israel, Siria y Líbano.
Como en África, su orografía es algo abrupta: regiones montañosas y una gran extensión de desierto, así como lagos y las zonas costeras del Mar Mediterráneo, el Mar Rojo y el Mar Muerto. El declive del Imperio Turco y Persa también deja estas regiones en manos europeas, y se convierte en un centro de comercio importante a nivel mundial, por su posición estratégica entre Europa y Asia y la presencia de petróleo. De esta manera se introducen nuevos conocimientos y se modernizan las rígidas estructuras otomanas. En Jordania, por ejemplo, adquieren importancia los comerciantes cristianos. Conviven multitud de etnias y grupos, no siempre de manera pacífica, como es el caso de Israel; cuando es declarada territorio de judíos empiezan una serie de conflictos entre éstos y los árabes, que no estaban de acuerdo con su establecimiento en la zona. Estos conflictos fueron realmente tensos y actualmente siguen vigentes. De manera similar, Siria y Líbano son zonas de conflictos latentes, lo que convierte la comarca en un territorio inestable. A pesar de ello no hay que olvidar su rica historia cultural, ya que el Oriente Próximo albergó los primeros asentamientos humanos.
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