Madrid en el siglo XVI
La ciudad de Madrid no siempre ha sido la capital de España. En la primera mitad del siglo XVI, poco antes de convertirse en capital, Madrid apoyó el Movimiento de Comuneros, al igual que otras ciudades. También fue el periodo de construcción de muchos monasterios, como los de San Felipe Neri, de la Trinidad Descalza o la ermita de San Isidro.
En 1561, Felipe II designó a Madrid como sede permanente de la Corte. Este acontecimiento, conocido como el "impacto de la corte", va a ser determinante en la evolución de todos los aspectos históricos, sociales y económicos de Madrid y su territorio.
Fueron muchos los motivos que indujeron a Felipe II a instalar su corte en Madrid. Por lo pronto la ciudad era feudo del rey y contaba con una situación geográfica estratégica en el centro peninsular, en la que abundaba el agua, los recursos y los bosques cercanos para cazar. Además, contaba con un palacio cómodo (Alcázar) y la ciudad era un territorio virgen en cuanto a otros contrapoderes que pudieran incomodar al rey, esto es, una nobleza débil, y una iglesia poco representativa.
Esta decisión tuvo una enorme repercusión para la ciudad pues además de convertirse en la residencia del rey, su familia y su séquito, también implicaba la llegada a la ciudad de los aparatos centrales del Estado y de continuas oleadas de inmigrantes atraídas por el influjo de la corte. Con respecto a la población en 1561 la villa tenía unos 12.700 habitantes alcanzó los 90.000 en 1597. En apenas 40 años la población madrileña se había multiplicado por 4 veces , rebasando la tasa de crecimiento anual de las ciudades castellanas, y convirtiéndose en una de las 20 ciudades más pobladas de Europa.
El nuevo caserío de la ciudad se fue estableciendo entorno a los caminos que llegaban a la Villa (Alcalá, Carrera de San Jerónimo, Atocha, Embajadores, Toledo...) y de esta manera, se fueron estructurando los ejes principales que todavía discurren por lo que se ha venido llamando el Madrid de los Austrias. Por el oeste, fue importante la apertura en 1577 de la calle Segovia hasta su encuentro con el puente homónimo que años antes había construido Juan de Herrera. También se van a crear nuevos ejes urbanos como los de las calles de Leganitos, ancha de San Bernardo, Tudescos – Correderas alta y baja de San Pablo- y el eje que comunica la Puerta del Sol con el exterior de la Villa a través de la calle Montera, la Red de San Luis y las calles de Hortaleza y Fuencarral.
Las zonas más antiguas de la ciudad fueron objeto de una profunda remodelación, poco a poco se fueron derribando las murallas medievales y buena parte de sus puertas para poder ampliar las calles y crear nuevas plazas comerciales.
El establecimiento de la corte no sólo trajo "bondades", pues para poder alojar al sequito real, a los funcionarios, a la nobleza y a los prelados, el rey había ordenado a su Mariscal de Logis que requisará el 20 % de las casas de la ciudad para alojar en ellas a tan selectos inmigrantes. Pero como no eran suficientes, al poco tiempo y en virtud del derecho conocido como Regalía de Aposento, se ordenó reservar la mitad de las viviendas madrileñas para estos fines. Lógicamente, muchos madrileños optaron por construir y transformar el interior de sus casas de forma que fuera imposible hospedar a los servidores del rey. Estos inmuebles que fueron denominados “casas a la malicia” sirvieron de poco, pues todas las casas que impedían el obligado alojamiento fueron gravadas con un nuevo impuesto. Los fondos obtenidos de la nueva tasa fiscal se emplearían en sufragar los gastos de hospedaje de los servidores de la Corona.