El Ducado de Milán, también
conocido como Milanesado o Estado de Milán, fue durante la Edad Media la
principal potencia del norte de Italia, adquiriendo un gran poder tanto
político como económico. Sus orígenes se remontan en el año 1395, fecha en la
que el emperador Wenceslao concede el título de Duque de Milán a Gian Galeazzo
Visconti. Su dominio se extendió con la anexión de Verona, Vicenza, Padua,
Pisa, Perusa y Bolonia. Tras la muerte de los Visconti en 1447, el ducado fue
declarado República. Pero la república duró poco tiempo: Francesco Sforza, tomó
Milán en 1450 y se autoproclamó duque. Con la dinastía de los Sforza, Milán
alcanzó su esplendor cultural y artístico, hasta que en 1499 fue conquistada
por Luis XII, hijo del duque de Orleans y legítimo heredero del ducado.
El dominio francés se mantuvo de manera intermitente hasta 1529, cuando
se produce la renuncia francesa al ducado de Milán y la restitución de
nuevo de los Sforza hasta 1535. En este año Francisco II Sforza muere sin herederos
y el Milanesado se incorpora al Imperio Español. En 1540 Carlos V se lo cede a
su hijo Felipe II. Durante 170 años permaneció bajo dominio español siendo una
capital de provincia más. Favorecido por su situación geográfica, se convierte
en una gran fuerza económica gracias al comercio de la lana y la seda así como
a su potente industria de armas. En 1713 España se ve obligada a ceder el
ducado de Milán a Austria a causa del tratado de Utrecht, y los austriacos
reforman totalmente la ciudad. Finalmente, en 1797 las tropas napoleónicas
entran en Milán y la convierten en capital de la Republica Cisalpina.
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